La noche púrpura asoma
por este tranquilo cielo
y, la suave brisa arrastra,
el olor de tus cabellos.
Creo estar en el jardín
de los puros pensamientos,
porque los ocupas tú
y tú siempre estás en ellos.
Tu sonrisa de diamante
rivaliza con el hielo,
por su pureza y blancura,
por ser brillo de lucero,
por su infinita belleza,
por ser fría como el viento,
por su luz de mil estrellas
y porque es su complemento.
¿Por qué animaste a Cupido
a disparar su armamento,
contra mi débil escudo
con el que paraba el fuego?
Dos rubíes hay en tu cara,
de un profundo color negro.
Nunca un color tan trsite
acompañó algo tan bello,
y está llenando mi vida
de nostálgicos momentos.
Quisera poder decirte
todo lo que yo te quiero,
antes de que el astro rey,
aparezca por el cielo,
pero no encuentro el valor
para cumplir mi deseo.
Quisera llenar tus labios
del más dulce de los besos
que haya dado ser alguno
a la luz del firmamento,
más allá de los planetras,
más allá del universo.
Mis retinas ven al sol
aparecer por el cielo.
Se ha marchado el color púrpura
y el olor de tus cabellos.
En mí sólo han quedado
unos tristes pensamientos,
nunca nada fue tan triste
como lo que ahora yo veo.
Quiero que vuelva la luna,
que ilumine los aceros
de las frías barandillas
en los mares de un espejo,
donde puedo ver princesa,
la belleza de un reflejo;
tu carita de marfil
y tus dos ojitos negros.
El sol en la tarde muere
y el olor de tus cabellos
viene mezclado en el aire
con la luz de los secretos,
que esconde la fría noche
en las venas de su cuerpo.
La luna parece fría
u frío es este silencio.
Ya no pueden escucharse
los susurros del velero
ni la pena de los cantos
de los bravos marineros.
Ellos cantan sus tristezas
y yo mis tristezas cuento,
son tristezas diferentes,
las que van subiendo al cielo.
Sus mujeres los aguardan
con ilusión en el puerto;
mi mensaje en la botella
nadie acudiré a leerlo.
Bajo una luna de plata
y lágrimas de tormento,
son mis ojos los que aguardan
a que llegue mi remedio.
Yo sé que no va a llegar,
y ya se acaba mi tiempo.
Quiero dejar en el aire,
del que muere su deseo:
que se mezcle a mi romance
el olor de tus cabellos,
que tu vivas muy feliz
hasta el final de los tiempos,
y que estremezca tus labios
el más dulce de los besos.
domingo, 26 de octubre de 2008
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