El muro de ilusión se abre y se escombra
en el pulmón del aire de febrero,
con su soplo glacial y duradero,
congelando la forma de mi sombra.
Le he colocado a la pena una alfombra,
para que me visite a mí primero
y deje a mi espíritu forastero
soñando, bajo nieve, que te nombra.
Y el frío de febrero se hace raso
hace cubitos de hielo con mis huesos
no dejándoles dar un solo paso.
Cómo capricho de duendes traviesos
el hielo muda a mi alma y a su ocaso
padeciendo de muerte por tus besos.
viernes, 2 de enero de 2009
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