¿Cómo es que sin tenerte te perdí,
dejando una aprendiz densa y arcana
llevándote la luz de mi ventana
y el tesoro preciado que no abrí?
¿Por qué me abandonó lo que aprendí,
y por qué la amargura ahora emana
de los inciertos bosques del mañana
del color de la sangre del rubí?
Esa palabra que lo rompió todo,
que avivó tu indiferencia y silencio,
que no me permitió darte el lucero...
que terminó de hundir mi alma en el lodo
y consiguió traerme tu desprecio...
... esa suave palabra fue un te quiero.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Porque esos amores que atrapan antes de nacer, no tienen motivos para morir.
ResponderEliminarY no deben. De hecho, pienso que los amores más complicados de borrar son los no correspondidos, pues están exentos de la rutina del desgaste. Pero también es cierto que a veces, una palabra, manda una bonita amistad al más profundo de los carajos. Cada uno es libre de adoptar la postura que crea conveniente y es totalente respetable.
ResponderEliminar